Cuatrocientos treinta y… No más ¡Basta ya!
Fotografía tomada de internet |
Por: Luis Carlos Pulgarín
Ceballos
1.
Con el primer canto de la
madrugada Rodrigo salió de su rancho rumbo al sembrado, quería mirar el
florecer de su esperanza con los primeros rayos del sol aquella mañana.
Luego de entregar armas se
había consagrado a ese proyecto agrícola que había logrado plantar, en esa
tierra prestada por un vecino de la comunidad que los recibía, con la condición
de compartir algo de lo cultivado. Su dedicación a ese sembrado manifestaba su
arraigo con el campo, el arraigo que tenían muchos excombatientes con la tierra,
dado su origen campesino.
Antes de salir al campo,
miró hacia su pequeño hijo de un año, pensando, tal vez, en que la paz ahora
tenía descendencia; la prole estaba prohibida en tiempos de guerra. Ese hijo y Diana,
su mujer, también ex combatiente, eran el aliento de su vida, a pesar de las dificultades
que se cernían en el horizonte de esa paz que habían asumido ante el país.
Con aire de enamorado
tarareaba al viento una canción de esas que se quedan con uno toda la vida,
mientras caminaba presuroso. Había tanto por hacer aquel día: marcaría canales
de desagüe para que el agua no se empozara en las raíces de sus matas de
plátano, desyerbaría los alrededores, y en la tarde volvería al campamento de
paz a colaborar con actividades comunitarias.
Sumido en sueños iba,
cuando un grupo de hombres le salió al camino. Viejos camaradas del pasado
reciente, aquellos por los cuales ayer, habría arriesgado su vida en cualquier
combate. Un encuentro anunciado, pero no deseado.
—Camarada Rodrigo, gracias
por presentarse -lo saludó falsamente efusivo uno de los armados.
—Camaradas —respondió
Rodrigo, tratando de no demostrar temor ante ellos —yo no me he presentado ante
nadie, y les pido por favor que me dejen seguir mi camino, yo respeto sus
decisiones y espero que en honor a las convicciones revolucionarias, que dicen
seguir teniendo, ustedes respeten las mías.
—Claro camarada Rodrigo,
las convicciones revolucionarias que nosotros aún defendemos y que ustedes los
traidores entregaron —ripostó el mismo guerrillero.
—Camaradas, yo ya no estoy
más en la guerra —enfatizó Rodrigo, con el anhelo de no estar allí, de escapar
de aquello que sabía era una redada de aquel grupo de hombres disidentes del
proceso de paz.
—Vea camarada Rodrigo, no
se ponga así, como a la defensiva, venimos en plan de amigos; como en los
buenos tiempos camarada, contra usted no tenemos nada, solamente queremos
hacerle unas preguntas —trató de calmar el ambiente el que parecía ser el
vocero del grupo.
Pero el aire traía un
cierto olor a presagio gris con tonos de amargura.
2.
—¿Estas
despierta?
—No dejo de pensar en los muchachos.
—Son harina de otro costal, Diana.
—Tantos años caminando juntos.
—Pero ellos tomaron su decisión,
Diana.
—No están lejos…
—Están en otra realidad, Diana.
—Y, ¿si te buscan?
—No los conozco, Diana.
—Van a querer que el camarada
Rodrigo les ayude con los explosivos, en lo que él es experto…
—Se me olvidaron esas prácticas,
Diana.
—O que les reclute gente, Rodrigo…
—Mujer, ahora solo reclutamos gente
para la paz.
—¿Si te buscan?
—No me encuentran.
—Ya conoces al camarada Algiro, tu
eras de su entera confianza.
—Él rompió esa confianza, Diana,
está en una orilla del río diferente a la en que tu y yo nadamos ahora.
—A veces tengo unos sueños malucos.
—Tenes que tranquilizarte Diana,
nadie dijo que iba a ser fácil.
—Sueño que nos persiguen, nos gritan
traidores, nos someten a un consejo de guerra…
—Duérmete ya, Diana, no digas
pendejadas, esas ya son cosas del pasado.
—Con ellos rondando por allí… cosas
que siguen siendo del presente. ¿No tienes miedo, Rodrigo?
—Mujer, a lo hecho pecho, y esta paz
es nuestra revolución ahora.
—Yo sí tengo miedo, Rodrigo; tengo
miedo a que te pase algo.
—Duérmete ya Mujer. Mañana será otro
día, esperemos que esta paz no nos cueste la vida.
Compa, dígale que estamos en proceso de Paz
(Primera versión... de los hechos)
Diles que no me maten
(Juan Rulfo)
Casi asfixiado, pálido y aterrorizado llegó a la vereda de paz, el niño que trajo la noticia, corrió con toda la fuerza que podían darle sus entrados trece años de edad, para alertar a la comunidad. Yo estaba ahí, a la orilla de la quebrada, cuando escuché los pasos de los soldados, entonces me asusté y me escondí detrás de un matorral, ahí fue cuando vi que el camarada Fidel aparecía en su moto…
https://de-racamandaca-editores.blogspot.com/2024/03/compa-digale-que-estamos-en-proceso-de.html
Opinión
Cultura de Paz: Principio de la Paz que Colombia necesita
Por: Luis Carlos Pulgarin Ceballos
Construir Paz, entonces, nos representa abordar los siguientes compromisos: 1. Detener la guerra, 2. Políticas estructurales, 3. Instaurar una Cultura de Paz.
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En los últimos tiempos, Colombia ha estado inmersa en un debate sobre el tipo de Paz que necesita construir. Cada gobierno de turno ha bautizado de diversas formas su propuesta de trabajo en pro de la paz. Para no hacer mucha historia: con la elección de Gustavo Petro se generó la idea de una Paz Total, aunque dentro de su mismo gobierno, igual, se habla de una Paz Territorial. En algunas instancias de la ciudadanía se habla de Paz Integral, al parecer un recicle de lo que antes llamaron Paz con justicia social; de igual manera, en otros sectores es común escuchar que se habla de una Paz positiva.
https://canal3sistemaenlinea.blogspot.com/2024/03/cultura-de-paz-principio-de-la-paz-que.html
Pedagogía de la Reconciliación
Que no te acobarde la Paz
Carta y poema para un amigo que persiste en la guerra
Por: Luis Carlos Pulgarín Ceballos.
https://canal3sistemaenlinea.blogspot.com/2024/04/que-no-te-acobarde-la-paz.html
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